Sobrino Joyeros: una historia de tradición familiar y joyería artesanal en Zamora

Descripción de la publicación. En este primer post te contamos el origen de Sobrino Joyeros: una historia de familia, esfuerzo y pasión por la joyería artesanal en Zamora. Tres generaciones unidas por un mismo oficio.

Marcos González

7/4/20253 min leer

joyero trabajando Zamora antigua
joyero trabajando Zamora antigua

Bienvenidos a nuestra historia

Hola, soy Marcos González Gómez, y desde este blog quiero darte la bienvenida a Sobrino Joyeros, un proyecto que no solo es una joyería, sino también la historia de una familia, una ciudad y un oficio transmitido con amor durante generaciones.

La primera tienda Sobrino Joyeros fue fundada por mi abuelo, don Andrés González Sobrino, nacido en Zamora en 1930. El nombre de nuestra joyería proviene del apellido de mi bisabuela paterna, y a día de hoy lo llevamos con orgullo, como un símbolo de identidad y legado.

Zamora, tierra de raíces

Zamora es una ciudad pequeña, pero con un alma inmensa. Cuna de historia, de piedras que susurran siglos, de iglesias románicas y calles empedradas que acompañan el murmullo del Duero. Aquí, donde los inviernos son duros y la gente aún más fuerte, se forjan también los valores que han guiado nuestro camino: trabajo, humildad, fe y dedicación.

Los inicios de mi abuelo Andrés

Mi abuelo comenzó su camino como joyero de la manera más humilde: siendo un niño en un taller de orfebrería, barriendo y observando en silencio a los maestros.

Con el tiempo, fue estirando metales a mano, una tarea agotadora que requería fuerza, paciencia y muchas ganas. Más adelante, aprendió a pulir piezas junto a un grupo de mujeres artesanas, frotando con hilos y lanas hasta sacar el brillo perfecto.

Y cuando el taller se desbordó de trabajo, su maestro le dio por fin la oportunidad de calar los metales con una segueta, una técnica delicada que exige años de práctica. Más tarde llegaron la lima, la soldadura, el engaste… y así, día tras día, se fue haciendo maestro joyero.

La segunda generación: mi padre, Andresín

En 1954, mi abuelo abrió su primera tienda en la calle Viriato de Zamora, junto a mi abuela Isabel Barrios. Más adelante abrirían una segunda tienda en la misma calle, y el sueño artesanal fue tomando forma.

De sus cinco hijos, solo uno fue varón: mi padre, también Andrés, a quien todos conocen como “Andresín”. Siguiendo la tradición familiar, se adentró en el taller desde muy joven, aprendiendo con la misma entrega que su padre.

Pronto se especializó en la reparación y restauración de joyas, y su destreza le llevó a recibir encargos de joyerías de toda la provincia, que confiaban en él para arreglar las piezas de sus propios clientes.

Cuando mi abuelo asumió la segunda tienda, mi padre y mi abuela se hicieron cargo de la más pequeña. El volumen de trabajo creció tanto que decidieron centralizar todo en un local de dos plantas, también en la calle Viriato: taller en la parte superior, joyería y relojería en la planta baja.

Mis primeros pasos como joyero

Recuerdo que mi padre también tenía un pequeño taller en casa, en la calle de los Herreros, encima del bar El Chato. Aún hoy, si pasas por allí, verás en la ventana una pegatina con un diamante: el escudo del gremio de joyeros.

Allí fue donde yo empecé, siendo un niño, a descubrir este oficio. Mis primeros recuerdos son de estar correteando entre sus piernas, escuchando el sonido del martillo golpeando el metal. Mis juguetes eran trozos de plata, pequeños martillos, chapas deformadas…

Aprendí como lo hicieron mi padre y mi abuelo: despacio, con exigencia y pasión. A los 13 años ya hacía joyas para regalar a la familia.

Con 24 años abrí mi primera tienda en la calle Santiago de Zamora, representando a algunas de las marcas más punteras del sector. A los 28, la segunda tienda, en Salamanca, en la calle José Jauregui. En esa etapa también lancé una marca propia para novios y comenzamos con la exportación e importación de joyas fabricadas por nosotros.

Lo que somos hoy

Hoy sigo aquí, adaptándome a los nuevos tiempos, incorporando tecnología sin perder la esencia artesanal, y llevando el nombre de Sobrino Joyeros a nuevos lugares.

Sé que si mi abuelo pudiera ver hasta dónde ha llegado aquel taller que comenzó con una escoba y un sueño, se sentiría profundamente orgulloso.

Por eso sigo trabajando. Aprendiendo. Cometiendo errores, corrigiéndolos. Viviendo la vida del joyero.

O, como diría mi padre:

“Jugando a los joyeros.”

Gracias por estar aquí

Si has llegado hasta aquí, gracias por acompañarnos en nuestra historia. Muy pronto compartiremos más sobre nuestras piezas, procesos y valores.
Bienvenido a la familia Sobrino Joyeros.