Una corona con alma: legado, fe y arte al servicio de la Virgen de la Soledad de Toro

El encargo más emotivo de nuestra historia: cómo creamos, desde Zamora y con el corazón, una joya eterna para la Virgen más venerada de Toro.

Marcos González

8/20/20254 min leer

La corona de la tierra y el alma

Una historia de arte, fe y legado familiar

Hay encargos que llegan sin avisar, pero que dejan huella para siempre.

Recuerdo perfectamente el día en que José Manuel Fuente, presidente de la Cofradía Jesús Nazareno y Ánimas de la Campanilla de Toro (Zamora), entró en nuestra tienda con una propuesta tan especial como inesperada: realizar una nueva corona para la Virgen de la Soledad, con motivo de su coronación canónica en 2018.

Ese momento activó algo profundo en mí. No era solo un trabajo. Era la posibilidad de dejar una parte de mí —y de los que me precedieron— unida para siempre al alma de un pueblo, de una imagen sagrada y de una historia que trasciende generaciones.

Una corona hecha de símbolos… y de raíces

A las pocas horas cerré el taller y me fui con José Manuel a Toro. Necesitaba ver a la Virgen, contemplarla de cerca, comprender su fuerza.
Durante el camino, me compartió un texto que recitan en la hermandad antes de cada procesión. Una especie de oración poética que decía:

“Enciéndete, estrella de la mañana.
Hasta la luna se ha posado para besar los pies de la Señora.
El sol ya da sus primeros guiños de luz,
la misma que calienta estas tierras nobles de Castilla
y hará brotar, desde la crudeza de la helada,
el cereal y la vid, el pan y el vino,
el cuerpo y la sangre del Señor.”

Aquellas palabras se quedaron conmigo. Sabía que esta corona tenía que hablar de su tierra, de su historia y de su fe. Así que el diseño se convirtió en algo más que orfebrería: se convirtió en mensaje.

El significado sagrado de cada elemento

La corona es un símbolo de realeza, está compuesta en su exterior por doce estrellas, que son las que nos muestra el Apocalipsis:
Apareció en el cielo una señal maravillosa, una mujer revestida del sol, con la luna debajo de sus pies y con una corona de doce estrellas.

Estas estrellas simbolizan las doce tribus de Israel y los doce Apóstoles, con todos nosotros, sus hijos.

Dichas estrellas se sitúan encima de unas potencias onduladas, que simulan la irradiación o luminiscencia divina. En el centro de cada estrella lleva engastada una moissanita, un diamante producido de manera artificial, para darle aún más luz y brillo en la calle a dichas estrellas.

Entre estrella y estrella aparecen cinco potencias rectas en forma de clavo o punta de lanza, haciendo alusión a las cinco llagas de Cristo, su Hijo.

La corona está rematada con una cruz, el sudario y dos escaleras, materiales utilizados por Nicodemo y José de Arimatea para descender a Jesús. Se sitúan en la parte superior de la corona, pues María permaneció todo el tiempo que duró la crucifixión debajo de la cruz, viendo y sintiendo el sufrimiento de su Hijo.

La parte interior de la corona está formada por vides (tierra del vino y de Toro), cereal (tierra del pan), todo ello también aludiendo, por doble sentido, a la tierra castellana ya nombrada en la leyenda que circunscribe la corona:
las uvas y el cereal, el vino y el pan, a su vez cuerpo y sangre del Señor.

También el sol y la luna, como ya nombrábamos anteriormente, con la mujer revestida del sol y con la luna bajo sus pies.
Y también en dicha leyenda que, como cada madrugada de Viernes Santo, le dicen:
"Enciéndete estrella de la mañana, hasta la luna se ha posado para besar los pies de la Señora, el sol ya da sus primeros guiños de luz, la misma que calienta estas tierras nobles de Castilla y hará brotar, desde la crudeza de la helada, el cereal y la vid, el pan y el vino, cuerpo y sangre del Señor."

Dos querubines sostienen un pergamino con adornos florales, palmetas y flores de acanto, típicas en la orfebrería de los siglos XVI y XVII.
Estos detalles florales se sitúan en las manos de estos ángeles, encima de ellos y del anagrama del crismón, que alaba dicho pergamino. Este símbolo de Cristo incluye en su interior las letras X y P, primeras letras en griego del nombre de Cristo.

En los laterales del anagrama aparecen las letras Alfa y Omega, que aluden a la inmortalidad, principio y fin.
Este anagrama se sitúa justo debajo de la cruz, pues Cristo ya está descendido.
Y debajo de él, la sangre derramada para, y por todos nosotros, sus hijos, en forma de rubí de corindón.

Corona realizada en plata fina, de aproximadamente 2 kilos de peso, chapada en oro, con 12 moissanitas de 0,35 quilates cada una, haciendo un valor de 4,20 quilates en diamante.

El día en que todo cobró sentido

La presentación oficial fue en la iglesia de Santa Catalina, rodeados de hermanos de la Cofradía, vecinos de Toro… y mi propia familia.

Mis hijos, con apenas 1 y 2 años, estaban entre el público. Y también mi padre, testigo silencioso de todo lo que he aprendido.

Cuando terminé de explicar el proceso y llegaron los agradecimientos, mencioné a mi abuelo Andrés —el fundador de Sobrino Joyeros—.
Se me hizo un nudo en la garganta. Me costó seguir. Las lágrimas afloraron.
Y al mirar al frente, vi que mi padre también lloraba. Era emoción, orgullo, legado.

Pero lo más inesperado ocurrió después.
De camino de vuelta a Zamora, mi padre me pidió que parara en la tienda… y me entregó, sin decir una palabra, el anillo de oro con diamante que había sido de mi abuelo.

Ese día heredé más que una joya. Heredé un símbolo de confianza, de continuidad, de historia.

Una obra que ya forma parte de Toro

Hoy, cada vez que la Virgen de la Soledad recorre las calles de Toro, esa corona brilla más allá del metal.
Brilla con la luz de una historia compartida, de una fe que se transmite, y de un amor por el oficio que atraviesa generaciones.

Y si algún día mis hijos la contemplan desde la calle —como hago yo— y recuerdan este legado…
sabrán que cada estrella, cada espiga, cada racimo, fueron hechos con algo más que manos:
fueron hechos con alma.